Artes de México

REVISTA ARTES DE MÉXICO | Albores de la Conquista

10/03/2018 - 12:03 am

¿Cómo representar lo inexistente, aquello que ya sólo es ceniza y eco? La memoria falla y todo recuerdo es impreciso. Hacia 1555 en Nueva España, un grupo de colaboradores indígenas encabezados por Fray Bernardino de Sahagún transcribió en náhuatl y tradujo al español una narración de la Conquista contenida en el Libro XII del Códice Florentino. Diana Magaloni Kerpel realiza un profundo estudio de esta labor en su libro Albores de la Conquista, publicado en 2016 bajo el sello editorial de Artes de México.

Por Emanuel Bravo Gutiérrez

Ciudad de México, 10 de marzo (SinEmbargo).- Una crónica de la crónica. El libro nos acerca a la visión indígena de la Conquista, y a su vez, suma a la labor historiográfica iniciada por Miguel León-Portilla en su libro La visión de los vencidos. Ambos libros convergen y analizan las ocho profecías que anunciaban la llegada de los conquistadores. Sin embargo, el libro de Diana Magaloni Kerpel encuentra nuevas fronteras al abordar: “las fuentes indígenas mediante una interpretación y lectura de las imágenes pintadas por los artistas indígenas para el libro XII, “De la Conquista de México”, preservado en el Códice Florentino”.

La primera parte del libro contextualiza la historia del Códice. Una historia por demás fascinante. A sólo ocho años de la victoria española (1555) comenzó la redacción de un texto en lengua náhuatl para dejar constancia del triunfo; la traducción al español inició en 1575 bajo la supervisión de Sagahún; el cuerpo de la crónica fue acompañado por ilustraciones hechas por pintores (tlacuiloques). A la par, la Santa Inquisición comenzó a destruir todos los textos escritos en lengua autóctona y la composición del Códice tuvo que hacerse a expensas del castigo, bajo una gran tensión política y presión del tiempo. Si los inquisidores lo encontraban no dudarían en quemarlo y castigar a todos los que estuvieran implicados, incluyendo al mismo Fray.

“En este apocalíptico contexto fueron creadas las pinturas. Los artistas del Libro XII no habían sufrido la devastación de la guerra en la forma en la que lo habían hecho los escritores originales. Sin embargo, estaban luchando en contra de fuerzas igualmente destructivas: su sufrimiento físico, su tormento espiritual y emocional, el dolor de ver morir a sus familias, amigos y maestros; junto con la triunfante destrucción de su cultura, creencias y costumbres. Los sabios pintores y letrados nahuas sobrevivieron a estas experiencias por medio de un compromiso total por dejar plasmado su legado en el Códice Florentino. Ellos crearon una obra maestra sobre la muerte y el renacimiento de su cultura” .

Al continuar nuestra lectura, las ilustraciones acaparan nuestra atención. Éstas fueron realizadas por tlacuiloques, y logran transmitir la cosmovisión de un mundo recién destruido. Por otra parte, son interesantes porque cada una de ellas encarna una tradición pictórica de cientos de años y las nuevas técnicas de representación traídas con los evangelizadores.

Cortés y su ejército en Quauhtechcac, lugar “entre el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl”. Folio 425r, Libro XII del ​Códice Florentino​. Biblioteca Medicea Laurenziana, Florencia (BML).

A partir de este punto, Diana Maganoli Kepler realiza un cuidadoso análisis de cada uno de los elementos presentes en las imágenes del códice. Su objetivo es: “dejar que las imágenes hablen, que las historias revelen el espíritu de los creadores”. La conceptualización pictórica de la tradición nahua permite que en cada una de las ilustraciones se realice una lectura compleja que engloba una estructura visual que “funciona independientemente del texto pero que se relaciona con ambos de forma fluida. Cada pintura es al mismo tiempo una ilustración y un texto completo”. Para ello, la investigadora examina y compila toda la tradición precedente en busca de mecanismos de representación temporal, espacial y religiosa. La exposición es, por demás, brillante. Al mismo tiempo, se encarga de realizar un rastreo de las imágenes que traían los evangelizadores. La comparación revela varios puntos de confluencia de pensamiento. El artista del Códice Florentino es un artista que se alimenta de ambas corrientes, pero ¿en qué medida?

Es inevitable pensar que esta labor buscaba exaltar un pasado destruido, recobrarlo de las tinieblas y a su vez, regirse por los cánones artísticos de la Iglesia. La síntesis realizada es monumental. Así, cuando leemos las ocho profecías que anunciaron la llegada de los españoles y contemplamos las ilustraciones correspondientes, encontramos paralelismos con los códices Fejérváry-Mayer, Mendoza, Tóvar y Madrid; pero también con el Apocalipsis de San Juan, las ilustraciones de Durero y las Crónicas de Nuremberg.

Cada artista buscó en los elementos que tenía a su disposición los signos para representar de la manera más fiel su propia historia. Dimensionarla en toda su complejidad y dotarla con toda su riqueza simbólica y ritual. Y aunque la victoria fuera condicionada —su mente ya no era la mente del siervo del tlatoani—, su esfuerzo quedó plasmado pese a todos los peligros que lo acecharon en esos años. Más aún, fue la crónica del inicio de los sufrimientos, de un ocaso que originó un mundo muy distinto; el nuestro. Ya que como afirma la autora al inicio: “La historia de nuestro origen como mexicanos inicia en la Conquista, momento en el que se crea una nueva realidad, producto del encuentro violento y creativo entre los pueblos indígenas mesoamericanos y españoles”.

Primer encuentro entre Motecuzhzoma y Cortés mediado por Malintzin. Folio 433r, Libro XII del ​Códice Florentino​, BML.

Creación y destrucción formaban la misma cara de un ente impasible. Era imposible separarlas. Así, los tlacuiloques hallaron consuelo en la idea de que la era del Quinto Sol tenía un final previsto, que nada escapaba a este ciclo infinito de muertes y nacimientos. De manera paralela, la fe los alumbraba: la llegada del Reino de los Cielos anunciada por la Iglesia les prometía redimirse; sus sufrimientos no serían en vano.

Pese a que casi quinientos años nos separan de este acontecimiento, al leer las páginas del libro no es difícil simpatizar con los protagonistas, con sus ideas y el anhelo de permanecer en el tiempo y vencer al olvido.

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